"Lleva a un hombre ciego a Lycia e inmediatamente el olor del aire le dirá donde se encuentra. El perfume acre de la lavanda, el aroma picante de la menta y el tomillo silvestre, se lo dirán."

Cevat Şakir, Halikarnas Balıkçısı (El pescador de Halikarnas)


lunes, 6 de junio de 2011

Día 7: Patara-Kalkan




Caminata rara pero liviana. Dejé la mochila en la Flower Pensiyon y salí. Para llegar al comienzo de la Ruta Lycia hay que subir la ladera de Patara o Gelemis, nombre real del pueblo al que comunmente se nombra como la playa, Patara. Se sube la ladera y se llega al cruce que propone un camino por Yali Burun, que rodeando la península y otro por Delikkemer que pasa por acueductos romanos que datan de hace más de 2000 años y son una obra maestra de ingeniería. Al llegar al cruce elegí la segunda opción, ya que, si bien me encanta el paisaje y la naturaleza salvaje, me interesa aprovechar y aprender de estas porciones de historia que han quedado sembradas del pasado en nuestra tierra.
Durante todo el camino vi dos marcas, señales rojiblancas, añejas, desteñidas. Casi todo el camino Lycio fue reseñalizado en 2009, esta parte, evidentemente, no. Llevaba el mapa en el morral y un poco por intuición y la dirección del horizonte costero que veía desde la cresta de la montaña, me iba guiando. A las perdidas aparecías señales esporádicas.
El camino es ancho, casi todo abierto a máquina para el paso de tractores. Los campos están sembrados de olivos ordenados, pero la caminada es al rayo del sol.
Un buen momento entra a un pinar, fresco y perfumado. Ahí empezaron a aparecer marcaciones nuevas. Seguí, era bastante plano, lleno de flores raras y entre tanto y tanto restos de ruinas o del recorrido de los antiguos acueductos.
Antes de llegar a Kalkan, hubo un cruce de caminos confusos. Dos de ellos tenían una cruz roja que es la marca que se utiliza "por acá no", "este no es", así que tomé el tercero. Había marcas y yo feliz. Era un pinar, así que más feliz.
El pinar luego se acabó y se convirtió en una ladera de matorrales y yuyales delgados más altos que yo -no hace falta mucho-, entre la maleza se veía el senderito arenoso. El senderito arenoso desembocó en un camino de tractor. Hay muchos de estos caminos nuevos, se abren como ramas en el suelo, y es porque Turquía crece, la gente construye, no hay señalización y los caminantes nos perdemos. Además hay granjas agrícolas en lugares donde quizás hasta no hace mucho tiempo era sólo vegetación autóctona y terreno agreste.
Luego de varias horas aparecí en el mismo lugar donde había comenzado.
Esto significa, que si bien pensaba llegar a Kalkan y quizás seguir un poco más y regresar a Patara en un dolmus (minibus), caminé todo, de ida 10 km, de regreso 12 km, y como iba sin peso y a pesar del sol, no se me hizo lento.
Mañana parto rumbo a Bezirgan que promete ser bonito, y luego a Gökçeören que dicen que encierra varios misterios. Creo que internet YOK, pero pronto vuelvo con todas las novedades a este blog.

No hay comentarios:

Publicar un comentario