"Lleva a un hombre ciego a Lycia e inmediatamente el olor del aire le dirá donde se encuentra. El perfume acre de la lavanda, el aroma picante de la menta y el tomillo silvestre, se lo dirán."

Cevat Şakir, Halikarnas Balıkçısı (El pescador de Halikarnas)


martes, 14 de junio de 2011

Dia 14: Üçağız-Aperlai






Alucinante. Totalmente. Aperlai es alucinante. Acampo en Purple house, llamada así por el tinte morado que usaban las civilizaciones antiguas, el que dio nombre a los fenicios, por Phoenix, y que se extrae de un molusco del mar Mediterráneo.
El camino no fue complicado. Salí con la fresca de Uçagiz- Se empieza bordeando el mar, al ras del agua, un buen rato. Luego se sube una colina, no demasiado, y se atraviesan varios campos, ahí es donde siempre me pierdo, no hay marcas, o hay pocas, pero yo me mando.
Primero se llega a un pequeño puerto, es más bien, un muelle, simplemente. Luego se cruza un itsmo y del otro lado del itsmo está Aperlai.
No anda nadie. Bueno, en el camino crucé a una pareja que iba para el otro lado, y después que llegué a Purple house, otra pareja de ingleses, cuyo velero está atracado en el muelle del otro lado del itsmo. Richard y Ara, charlé un rato con ellos. Dos viajeros a vela. Divinos. 74 y 69 años y se hacen a la mar en un velero que no es notable por sus dimensiones pero que al parecer se atreve a los siete mares porque va y viene de las costas de Europa a las de África y Asia.
En Purple house encontré también a Arturo –sorete duro- que es un escritor que vive a dos casas –hay cinco casas en Aperlai- y que está haciendo un libro nuevo acerca de la historia de los licios y las ruinas y planea traer expediciones de estudiantes de arqueología para que hagan la ruta y estudien los lugares inexplorados y la cantidad de vestigios a medio desenterrar y a medio descubrir, que hay. Los dueños del camping son Riza y Faiza y tienen un bebé que se llama Ada. El camping es gratis y la cena cuesta 20 liras.
Hay varios lugares con almohadones estilo beduino para sentarse, en tarimas de madera, como pequeños muelle debajo de los árboles, un quincho y fogón para hacer fueguito. Me encanta.
Además caminé por la costa y vi la famosa, por las fotos, tumba en el agua. Ahí, instalada en la costa del mar, después de que parte de estas ciudades sucumbieran a los terremotos entre el año 100 y el 600. Caminé por la orilla, me tiré en una reposera al sol. Tranquila. Una paz pasmosa. Y después subí a ver otras ruinas. Los muros bizantinos se conservan intactos, el antiguo puerto está completamente debajo del agua. Las tumbas, al ser de piedra, sobreviven a los cataclismos, pero las viviendas, que según los estudiosos, seguían el mimo patrón arquitectónico que las tumbas, eran de madera y han perecido. Dicen que eran del tipo de las casitas que vimos en Bezirgan y Gökçeören, y que actualmente se usan para almacenar el trigo.
La ciudad Aperlai pertenecía a la Liga Lycia desde el siglo V antes de Cristo, pero las fortificaciones bizantinas fueron construidas bastante después, en los siglo IV y VI de nuestra era. Lo que ha quedado y cómo ha quedado, es impresionante, y más, con el marco del mar azul turquesa verde, todo a lo largo. Novedoso. Diferente.
La luz en el pequeño pueblito es por energía solar, el agua es de lluvia, internet solamente tiene Arturo y algunas horas, con un dispositivo USB. Ahí nos fuimos a conectar un ratito. Toqué la flauta y Riza, el dueño del camping, dice que es el sueño de su vida, así que se la presté para que practique el sol-la-si.
En el camping y hay una gatita que se parece a Mistigri y con la que ya nos hicimos muy amigas.

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